Esta emoción surge cuando sentimos que algo amenaza nuestra integridad física o emocional. En este caso, el cuerpo se llena de energía y nuestro flujo sanguíneo aumenta, con lo cual reaccionamos vigorosamente ante cualquier estímulo.
Generalmente, el enojo ha estado vinculado a la agresividad y la violencia, entre otras expresiones en las que suele transformarse esta emoción si no es canalizada a tiempo. Sin embargo, el enojo no es precisamente el estado violento o agresor de algo o de alguien, ya que como leíste en nuestro artículo sobre: Tips para la vida: las 5 emociones fundamentales en los seres humanos, ninguna de nuestras emociones básicas surgen con el objetivo de dañar o destruirte a ti o a otros, sino que existen con el fin de protegernos y asegurar nuestra supervivencia.
En base a lo anterior, el enojo es el que nos garantiza que cuando no podamos huir ante una situación que amenaza nuestro bienestar o nuestra propia vida, seamos capaces de enfrentar dicha amenaza y así evitar que algo malo nos suceda.
Durante siglos, el ser humano se ha valido de esta emoción para prolongar la especie, proteger el territorio y para asegurar el bienestar propio o de los suyos, pero hoy por hoy, las peleas por el territorio, el enfrentamiento físico con el otro y la lucha contra animales salvajes para obtener alimento o defender nuestra vida han pasado a un segundo plano, pues aunque en algunos casos y zonas del planeta continúan estas dinámicas, para la mayor parte de los seres humanos el enojo surge por situaciones más sutiles que de alguna u otra forma relacionamos con la amenaza a nuestro propio bienestar y a nuestra supervivencia.
Cuando el enojo aparece en nuestra vida cotidiana, es común que intentemos defendernos con nuestras palabras, con gestos de enfado, con la actitud y/o con nuestro propio cuerpo utilizando la fuerza. Sin embargo, cuando este enojo se activa ante una persona cercana con quien tengamos una relación de confianza, o si se ha llegado a vulnerar al otro por la acción de nuestras palabras o de nuestra fuerza sin que esto fuera completamente intencionado, posteriormente suele aparecer la sensación de tristeza y abatimiento. Por tanto, se podría decir que también existe un vínculo entre el enojo (o la ira) y la tristeza.
En la actualidad, existen algunos factores que disparan la sensación de ira o enojo en nosotros. Cuando pensamos que algo o alguien intenta hacernos daño físicamente, sentimos enojo o también miedo en algunos casos (el miedo como emoción lo estaremos abordando en otro artículo).
Los insultos hacia nuestras habilidades, hacia nuestra actitud y nuestra apariencia física también son generadores de enojo, ya que nuestra mente intenta repeler estos insultos y no permitir que nos afecten o nos lastimen, y ahí es cuando actuamos en defensa propia impulsados por el enojo. Por supuesto que mientras mayor sea el insulto o con mayor frecuencia suceda, el impacto a nivel psicológico o mental será mayor.
El rechazo y la decepción (para algunas personas en situaciones específicas) pueden ser también fuentes de enojo, ya que además de la tristeza que producen, el enojo aparece ante el comportamiento negativo del otro y su falta de atención hacia nosotros, y esto también puede ser considerado (en nuestra mente) como un indicador de pérdida del bienestar propio.
No porque existan razones o generadores de enojo tenemos que reaccionar ante el estímulo. En nuestra infancia es muy común que esto suceda, pero en la adultez es posible (y deseable) aprender a canalizar esta emoción en nosotros, pero no porque seamos personas santas o porque estemos dispuestos a permitir ser maltratados por los demás. Se trata de reconocer su utilidad y entender que la no gestión o el mal manejo de esta emoción nos puede afectar profundamente, desencadenando aún más enojo en nosotros y en quienes nos rodean, acarreando por consiguiente consecuencias negativas.
Una emoción mal manejada es el peor enemigo interno, ya que en múltiples ocasiones se ha visto cómo aparecen enfermedades de difícil diagnostico o tratamiento por una mala gestión de una emoción que se enraizó durante años, convirtiéndose en un sentimiento y luego casi en un estado de ánimo que a su vez provocó el deterioro del cuerpo a causa del efecto físico que esto produce (el estrés, un pulso cardiaco elevado, el desequilibrio del sistema inmunológico, etc). Además de otros factores como los hábitos y la alimentación.
También es importante aprender a expresar esta emoción de manera adecuada, ya que parte de la canalización de la misma consiste en no guardarla o ignorarla como si no existiera. Se trata de hablar y expresar lo que sentimos sin perder la paciencia ni dañar a los demás. De aquí surge el concepto de asertividad, que resulta muy útil conocer y aplicar en nuestras vidas.
Para finalizar, el enojo es una de las emociones básicas del ser humano y el sentimiento de enojo es el paso siguiente tras ser activada esta emoción por nuestros pensamientos. Por ende, cuida tus pensamientos porque recuerda que en mente sana, cuerpo sano y mayor bienestar para tu vida.
Esperamos que este artículo te sea de gran ayuda. No olvides registrarte en nuestro Blog para recibir más artículos interesantes como este.
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